Obras 2004 – 2016

Elena Abreu Apellániz ha abordada sus temas con una actitud que evidencia mayores expectativas y una exigencia visual muy evolucionada. En buena medida no ha esquivado las dificultades que imponía el tema y su resultado es convincente. Perspectivas amplias y atmosféricas que logran compensar lo deshabitado de las vistas sin gentes con un colorido y una luz que inyectan vitalidad y naturalidad a los espacios que más que reales son psicológicos. Elena Abreu Apellániz ha elegido, la factura y las técnicas del realismo para expresar su propio mundo, pero no se trata de un verismo virtuosista que quiere emular los pormenores fotográficos, sino algo más hondo y reflexivo en lo que nada es igual a la apariencia. Una apropiación de los colores y la pincelada en servicio de los efectos de la luz y la movilidad de la naturaleza y su reflejo en la propia sensibilidad. Se demuestra claramente cómo los desafíos permiten a un autor hallar en claves distintas, atisbar nuevos efectos, luces, toda la potencialidad de un tema desarrollado y exprimido. Una clara evidencia, una incitación a volver a asumir en cada momento la responsabilidad sobre su producción, sobre su huella. La obra se convierte en una aventura individual y en éste punto comienza tal vez la posibilidad de llegar a otros niveles de desarrollo creativo. Donde las problemáticas, lejos de quedar estancadas en los rudimentos del lenguaje pictórico básico, se proyectan en la problemática esencial del quehacer artístico libre de todo lo verdaderamente prescindible. Quedamos a la espera de conocer la forma que Elena Abreu Apellániz elegirá tomar su camino, asumir su responsabilidad consigo misma. La compresión plena que su obra verdadera está en sus manos y solo en sus manos.

ACADEMIA DECINTI VILLALÓN. Madrid, 2008

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